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Encañonado por un Militar

Pero me reí que fue gusto

Sucedió a principios del año 2015.

Esa noche recibimos la llamada muy temprano, alrededor de las 9:00 pm.
Era un grupo de tres amigos que se habían juntado en un bar de la zona 10 desde la tarde y llevaban varias horas tomando.  De los tres, solo uno tenía carro.

Desde la llamada, nos avisaron que debíamos llevar a sus casas a cada uno de los 3 amigos. En Ángel Guardián manejamos una tarifa única para traslados hacia un sólo destino, por lo que negociamos una tarifa especial para este viaje.

Al llegar al bar, solo estaban 2 en la mesa, el otro estaba en el baño. La persona que nos llamó nos recibió muy amablemente, era de nacionalidad rusa. Nos indicó con un marcado acento extranjero: "Primero me dejan a mí en la zona 5, luego llevan al otro hasta Villa Nueva y al dueño del carro lo dejan en la Roosevelt."
En ese momento, supe que el viaje iba a ser una gran aventura. De la Zona 10, a la Zona 5, luego a Villa Nueva y después de regreso por la Roosevelt para finalmente regresar a la base de Angel Guardián.
Luego el ruso agregó: "El Coronel está en el baño".  Ahí supe que el viaje iba a estar muy ameno y controversial.

Salimos caminando hacia el parqueo donde estaba el carro. Pagar el parqueo fue una odisea, pues tenían un alto grado de alcohol en la sangre y entre los 3 metían los billetes a la máquina y ésta no los aceptaba. Me ofrecí ayudarlos y descubrimos que la máquina no acepta billetes de Q.100, por lo que entre ellos 3 juntaron billetes de Q.20, Q.10 y Q.5 para el "ajustón" del parqueo.

El carro era un Kia pequeño. Noté que el dueño del carro, el Coronel, se sentó atrás del sillón del piloto.  El ruso se sentó en el sillón del copiloto y el tercer amigo atrás.

Salimos rumbo a zona 5 y en el camino, el Coronel se enteró que yo no era el chofer privado del ruso sino un piloto de un servicio público. Eso no fue de su agrado. Gulp!

Llegamos a la casa del ruso, quien se despidió de todos y me dijo:  "Entonces te vas a Villa Nueva y luego dejás al Coronel en su casa cerca de la Roosevelt. Gracias, que buen servicio!".  
Entonces salimos rumbo al sur de la ciudad. En el trayecto, el Coronel venía haciendo bromas con su amigo. Ambos venía sentados en el sillón trasero.  Veníamos sobre la Reforma cuando me dice: "Buenos, vos cerote. Ni se te ocurra hacer nada que te vengo encañonando."

Yo tiré una carcajada... pero de los puros nervios. Pude responder: "No se preocupe, no va a pasar nada malo. Yo los dejo en sus casas sanos y a salvo."

Cada 3 minutos me decía el Coronel: "Tranquilo, cerote, ahí te acordás que te traigo encañonado," Yo solo lo veía por el espejo retrovisor y con mi sonrisa de Guasón.

En eso vino la jugada maestra del estratega. Sobre el Boulevard Liberación me dice el Coronel: "Vamos a pasar haciendo un mandado a la Colonia Aurora. Metete aquí".  Me guió desde el paso en desnivel de Tecún Umán hasta dicha colonia. En la garita de la entrada me grita desde atrás: "Registrate con tu licencia".
Qué viejo más cabrón. En caso de cualquier problema, ya tenían mis datos en la garita de entrada. Solo me reí para adentro, entregué mi licencia y pasamos a una casa dejando unas medicinas. Me tocó bajarme del carro y meter la bolsita en un buzón.
De ahí salimos hacia Villa Nueva. Por las conversaciones en el sillón de atrás, era obvio que el Coronel no quería ir a dejar a su amigo hasta Villa Nueva, por lo que lo convenció de "pasarse echándonse unos tragos por ahí".
Al final, los dejé en El Parador sobre la Roosevelt. Los señores ya estaban contentos porque iban a seguir chupando. Me ofrecieron que me quedara con ellos y que me invitaban una cerveza. Tuve que negarme pues mi turno apenas estaba empezando. Entonces me dio cada uno Q.100 de propina.  Por dentro pensé: "Tuvo su recompensa arriesgar el pellejo por estos señores". Creo que fue la primera vez que alguien me dio propina. 
La verdad es que nunca tuve miedo. Adentro de mi sabía que todo iba a estar bien. Por alguna razón, sé que este emprendimiento Angel Guardián va a salvar muchas vidas y siento que tenemos la guía y bendición de Dios.
Lo único es que para mi no tenía sentido haberlos sacarlos de un bar para llevarlos a otro. No había logrado cumplir mi cometido de asegurar la vida de estos dos individuos, porque solo el destino sabría que les tenía preparado a ellos al salir de ese lugar.  Me reconfortó saber que al menos a esa hora, el ruso ya estaba durmiendo a pierna suelta.
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