Sucedió a principios del año 2015.
Desde la llamada, nos avisaron que debíamos llevar a sus casas a cada uno de los 3 amigos. En Ángel Guardián manejamos una tarifa única para traslados hacia un sólo destino, por lo que negociamos una tarifa especial para este viaje.
Salimos caminando hacia el parqueo donde estaba el carro. Pagar el parqueo fue una odisea, pues tenían un alto grado de alcohol en la sangre y entre los 3 metían los billetes a la máquina y ésta no los aceptaba. Me ofrecí ayudarlos y descubrimos que la máquina no acepta billetes de Q.100, por lo que entre ellos 3 juntaron billetes de Q.20, Q.10 y Q.5 para el "ajustón" del parqueo.
Salimos rumbo a zona 5 y en el camino, el Coronel se enteró que yo no era el chofer privado del ruso sino un piloto de un servicio público. Eso no fue de su agrado. Gulp!
Yo tiré una carcajada... pero de los puros nervios. Pude responder: "No se preocupe, no va a pasar nada malo. Yo los dejo en sus casas sanos y a salvo."
Cada 3 minutos me decía el Coronel: "Tranquilo, cerote, ahí te acordás que te traigo encañonado," Yo solo lo veía por el espejo retrovisor y con mi sonrisa de Guasón.